Cuando el viento de poniente lo arrastró a aquel pueblo en mitad de ninguna parte, pronto se dio cuenta de que el polvo procedente de las canteras y la crudeza del invierno labraban corazones de mármol: fríos, herméticos, impenetrables. En una tierra como aquella, infértil y zanjada hasta las simas, cualquiera que no muriese de una infección pulmonar estaba condenado a sucumbir a la extrañeza y la invisibilidad. Partiendo piedras de día y recomponiendo el alma de noche, pasó media vida sin vida hasta que se marchó por donde mismo había venido. Creyó volver a casa, pero mientras recorría las calles que lo habían visto hacer camino en su alegre juventud, rostros ajenos le escudriñaban que en otro tiempo parecieron familiares. Como si pudiesen ver que debajo de aquel saco de huesos y pellejo se escondía un corazón labrado en mármol.
("Desterrado" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).
("Desterrado" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).