martes, 16 de junio de 2015

Música nocturna (I): Una cuestion de fe

No importa cuántos filósofos y poetas hayan transformado sus palabras en arte, ya sea a viva voz o con el puño y la letra del hombre, pues hay cosas que el lenguaje humano no puede expresar con palabras. Susurros en la imaginación para los que no existe una voz. Sentimientos para los que no existen sinónimos entre los labios, acaso traicionados por exceso en el detalle o una torpe vaguedad; por levantar la voz silenciando lo que te cuenta el silencio cuando sabes escuchar. Y sobre todas esas cosas gobiernan aquellas que, pasando el tiempo, no llegaste a tiempo de decir... Las palabras que no te he dicho esta noche no pueden regresar para convertirse en mi voz crepuscular y antesala de tu sueño, pero en mitad de la madrugada han cobrado cuerpo y alma a través de mudas melodías. Porque la música sin palabras sublima las almas en las que se adentra, mágica pintura abstracta del pensamiento. Porque encontrar las palabras justas es un juego en el que hay que saber perder, pero encontrar la música que hable por nosotros es una cuestión de fe.

lunes, 9 de junio de 2014

El camino

Entre un pueblo de interior y un humilde distrito de la capital existen setenta kilómetros de camino por los que, ciertos domingos, bajo el vuelo lento del sol vespertino y guiados por reflectantes señalizaciones, circulan confidencias y confesiones entre el dueño de un volante y su acompañante vecino, sobre las curvas y rectas, cruceros y rasantes, frenazos y aceleraciones, callejones sin salida y vacilantes bifurcaciones por los que nos conducimos en nuestro sino de caminantes polizones. Y nunca estos viajes nos han llevado a otro puerto o destino que no fuesen los parajes donde vivimos, el suelo de nuestras emociones, paisajes incomprendidos, el sueño en las habitaciones donde dormimos, velamos y despertamos para soñar despiertos y en vilo con líneas discontinuas de ilusiones, con virajes sin cambiar de sentido, con una vereda sin tuertos, con un atajo de interminables ensoñaciones.

Co'D.

Descreído

Hace tiempo que no creo, y no creo que me falten los motivos. Me falta papel en blanco donde borrar los recuerdos que nunca olvido. Una pluma puntiaguda y negra tinta con tintes de azul contenido. Sentarme a dejar de sentir lo que siento sin sentido. Una historia que comience con un final imprevisto. Un epílogo que acabe donde comienza el destino. Porque un instante sin crear es una vida sin estar vivo.

Co'D.

viernes, 31 de agosto de 2012

"El cielo de Iris"

El cielo no tenía secretos para Iris. Noche tras noche desde aquel cumpleaños había memorizado cada rincón del universo a través del telescopio que le había regalado su padre. Con el paso de los años había llegado a dibujar en su mente un mapa de su propio cuerpo donde había un lugar para cada planeta, cada estrella, cada satélite, cada cometa, cada asteroide… y donde las constelaciones se alineaban con cósmica perfección para conformar su menudo esqueleto. La noche que su padre murió, Iris veló su cuerpo bajo el firmamento más fulgurante que jamás habían contemplado sus ojos. Cuando aquella luz intermitente se desvaneció al fin en mitad de la oscura madrugada, una sensación de vacío interior se apoderó de su pecho; como si aquel astro saliente se hubiese llevado consigo su corazón.


Málaga, a 31 de agosto de 2012.

jueves, 16 de agosto de 2012

"La ciudad vestida de gris"

The Garrick Bar - Montgomery Street (Belfast, Irlanda del Norte).
Existe una ciudad donde apenas brilla el sol y donde la lluvia, fina e intermitente, cae de un cielo gris que encuentra su fiel reflejo en las calles que sobrevuela. El frío no cala los huesos, pero alcanza a penetrar el alma de un permeable forastero. En ella no encontrarás célebres monumentos históricos ni museos que alberguen obras de arte de valor universal e incalculable. Ninguna visita guiada por la que fuera cuna y hogar de algún mítico artista del pasado. Sus lóbregos edificios transmiten la sensación de descuido de una ciudad que a lo largo de los años ha vivido pendiente de su supervivencia. Tan solo el esmero de unos murales ametrallados con la pintura ensangrentada de quien a nadie odia más que a su propio hermano. Como en un cuento de horror, hay calles y distritos donde sus vecinos te observan desde el umbral de la puerta o desde el interior de un coche estacionado con los ojos de un animal, una fiera con tanto instinto de presa como de cazador, donde el desconocido es extraño, el extraño es ajeno y lo ajeno huele a enemigo mortal.

Esta ciudad no es Roma ni Atenas: sus ruinas no son parte de un pasado con sabor añejo a gloria y esplendor, como esos imperios que aún hoy viven y por siempre vivirán en la memoria colectiva del ser humano. Hermanastra de Berlín sin herencia familiar en la historia de Europa. Ciudad partida en dos y segregada por el dolor. Como en la calzada del gigante, el camino para unir dos tierras permanece inconcluso, inmutable, como una leyenda que ni el hombre ni el tiempo son capaces de borrar. Tan imposible como hacer un viaje caminando sobre el mar. Y sin embargo, subido en sus rocas, sintiendo el rugido de las olas mientras el sol y las nubes hacen trucos de magia desde un cielo ancestral, uno sueña que ese sendero no acaba, que si echas a caminar y pisas con paso firme, algún día encontrarás la tierra al otro lado del mar...

Hoy he vuelto a deambular por sus calles, a ratos perdido por el olvido, a veces guiado por la sombra de mis recuerdos o destellos de intuición. Quizás el cielo nunca deje de ser gris. Quizás el frío jamás congele un odio que parece inmortal. Como dos huérfanos separados, quizás la noche y el día jamás se lleguen a unir. Quizás nunca llegue un mañana en que el sol la deje brillar, pero aun así, la ciudad vestida de gris desprende una luz propia que nace de la gente corriente, personas que yo conocí: humildes, amables, sencillas, abiertas… Personas que viven y dejan vivir. Porque el encanto de algunas ciudades reside en la dignidad y el coraje de quienes viven allí.

lunes, 6 de agosto de 2012

"La carta a ninguna parte"

No era fácil vivir como un eterno exiliado, un nómada ganándose la vida en lugares de los que muchos sólo habían oído hablar y ni siquiera sabían señalar en el mapa. Polizón especializado en hacer y deshacer equipajes sin más casa que la que llevaba a cuestas. Pasajero en el adiós y en la bienvenida. Sentía la querencia de pertenecer a algún sitio, pero el desarraigo le había convertido en un hombre sin tierra. Antes de abandonar aquella casa habitada por el eco, sentado en un sillón sin cojines y rodeado de cajas de cartón cubiertas de polvo errante, escribió una carta sin remitente ni destinatario y la echó sin sello al buzón. No esperaba comunicarse con nadie, tan solo quería saber si las palabras escritas por una persona extraviada a un destinatario inexistente hallarían respuesta en algún lugar de ninguna parte.



Málaga, a 6 de agosto de 2012.

viernes, 27 de julio de 2012

"La voz de la conciencia"

Paul Almasy - Rock ‘n’ Roll on the Quays of Paris, 1950s.
El rock ‘n’ roll comenzó su andadura a finales de la década de los 40 del siglo XX como un estilo musical para los jóvenes, adolescentes deseando dejar los libros en la taquilla del instituto o su estúpido trabajo de repartidor de periódicos para llegar a casa y escuchar en la radio a Elvis Presley, Buddy Holly o Chuck Berry. Por esa misma razón, las letras de las canciones se centraban en el goce de una sencilla aunque intensa vida juvenil: las pandillas de amigos, el verano, las noches de sábado, el autocine, los guateques, el baile, las chicas guapas, los romances pasajeros con aroma a eternidad, y los varoniles paseos en coche descapotable de segunda mano… siempre soñando con ir acompañado por la chica más deseada del instituto o del barrio. A mediados de los 60, después de haber seguido la línea marcada por aquellos pioneros y animados por Bob Dylan, los Beatles comenzaron a elaborar letras más complejas y personales en consonancia con la evolución de su innovador estilo musical. Los primeros ejemplos son las míticas Yesterday, en la que Paul McCartney canta amarga a la par que dulcemente por la muerte de su madre, y Help!, en la que John Lennon expresa su angustia al ser consciente de cómo el apabullante éxito de la banda les está cambiando la vida. En aquellos tiempos los grupos de rock se dieron cuenta de que su música y sus letras podían expresar algo más que sentimientos y experiencias superficiales para desnudar sus mentes y sus almas. Así pues, si están dispuestos a emprender un efímero viaje a través de los rincones más secretos del ser humano, pasen y lean…

The Police: Don’t stand so close to me (Zenyattà Mondatta, 1980 / Every Breath You Take: The Singles, 1986). 
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Antes de convertirse en uno de los artistas más carismáticos del pop-rock mundial, Gordon Sumner (Sting) fue maestro de escuela en un pueblecito inglés al norte de su Newcastle natal. Quién sabe cuáles fueron sus experiencias personales en aquella época pero, ya fuera inspirado por sus propias vivencias o llevándolas más allá de los límites de la realidad, compuso esta canción acerca de una aventura prohibida (¿y consumada?) entre un joven maestro y una alumna a la que dobla en edad. La versión original suena fresca, pero el estilo reggae que domina la canción le hace un flaco favor al dramatismo de la historia que cuenta. Puede que Sting no quedase del todo satisfecho con el resultado, pero el caso es que en 1986 la banda publicó una nueva versión en la que el bajo y la voz de Sting suenan a nudo en la garganta, los inquietos acordes de la guitarra de Andy Summers a conciencia desordenada, y el incesante martilleo de la caja de Stewart Copeland a implacable remordimiento. The Police en envidiable estado de gracia.

Metallica: My friend of misery (Metallica, 1991).  
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Los californianos Metallica llenaron sus primeros discos de letras relacionadas con dilemas éticos y morales tales como la pena de muerte, los horrores de la guerra o la corrupción de la justicia. Aunque la calidad de aquellos textos está fuera de toda duda, para un servidor en ocasiones pecan de grandilocuencia, afectación y ampulosidad. Hasta que de pronto llegó un oscuro disco de vinilo de donde desaparecieron el martillo ensangrentado, la relampagueante silla eléctrica, el cementerio de marionetas y la dama Justicia violentada para dar paso a un negro universal... En el Doctor Fausto del dramaturgo inglés Christopher Marlowe, el personaje de Mefistófeles sentencia: ‘Donde estamos, allí está el infierno, y donde está el infierno, allí tenemos que estar siempre’. ¿Existe pues una sensación más angustiosa que sentirse afligido sin saber por qué? ¿Guardar silencio por creer que nadie te va a escuchar aunque te desgañites? ¿Creer que soportas el peso del mundo sobre tus hombros y que además es tu deber? La vida merece la pena más de lo que crees, mi compañero de fatigas…

Depeche Mode: Walking in my shoes (Songs of faith and devotion, 1993).
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Atormentados por una infancia y unas circunstancias familiares tan turbias como trágicas, Martin Gore y Dave Gahan se han convertido en maestros a la hora de reflejar esa mezcla humanamente explosiva de deseo irrefrenable y sentimiento de culpa, dramatizada a la perfección a través de la inigualable voz de Gahan y a menudo expresada por medio de conceptos cristianos e incluso bíblicos. En sus canciones se erigen como juez y parte de sus propios deseos prohibidos, conductas inmorales y pecados inconfesables… Porque de hecho ahí reside la fuerza de las letras de la banda de Essex: en que siempre se insinúa más de lo que se cuenta, se calla más de lo que se dice y se incita al público a llenar esos vacíos dando rienda suelta a su imaginación o –aún mejor si cabe– acudiendo a sus propias vivencias. El argumento de la canción es tan simple y a la vez tan complejo como la propia condición humana: antes de condenarme por haber sucumbido a lo prohibido, atrévete a seguir mis pasos y acabarás caminando sobre mis pisadas…

The Cure: Cut here (Greatest Hits, 2001).
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Sempiternamente travestido con ese aspecto gótico y siniestro emparentado con la estética de los personajes de Tim Burton, Robert Smith ha coloreado de negros, grises y morados las canciones de The Cure con su voz rota, quejumbrosa y melancólica. Si en su canción más celebrada Depeche Mode abogan por disfrutar del silencio, en Cut here, a través de una acertada mezcla de diálogo entre los dos personajes y monólogo interior del protagonista, The Cure nos hacen partícipes de la que quizá sea la voz más amarga de la conciencia: la que te habla de aquello que nunca llegaste a decir y hacer. ¿Qué habría sido de tu vida si hubieses afrontado aquel momento decisivo con valor? ¿Acaso habrías encontrado esa felicidad que tanto anhelas y que parece nunca dejarás de echar de menos? Si bien yo siempre había interpretado la letra como el lamento por una mujer a la que el protagonista nunca dijo que la quería, parece ser que la historia está basada en el mejor amigo de Robert Smith, quien se suicidó poco después de un último y breve encuentro entre los dos.

Linkin Park: What I’ve done (Minutes to midnight, 2007).
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Desde una perspectiva más naif y menos compleja que la de sus antecesores, las mejores canciones de los también californianos Linkin Park atacan directamente a las entrañas abordando con rabia y frustración el vacío y la confusión personales a través de su mezcla de rap metal y new metal. Buenos ejemplos de ello son la famosa In the end, Numb o Somewhere I belong. Con la publicación de su álbum Minutes to midnight en 2007 la banda se sacude parte de esa ira visceral y se arranca las etiquetas explorando nuevos caminos tanto en su música como en sus letras. Ya no se trata de escupir a gritos tu sensación de extravío e indefensión, sino de enfrentarse a uno mismo, tacharse a uno mismo, borrarse a uno mismo, perdonarse a uno mismo... Lavarse las manos para convertirse en otra persona y volver a empezar. Si después de entregarte a semejante exorcismo aún eres incapaz de aceptar la culpa y afrontar las consecuencias de tus actos, la única salida posible es encomendarse a la misericordia misma para que haga desaparecer lo que has hecho.

lunes, 5 de marzo de 2012

"El amante occidental"

Dedicado a un amigo de los de siempre. Uno de esos con los que compartir cerveza en mano, lágrima contenida, frustración a flor de piel y rabia entre los dientes. Porque en algún lugar del lejano oriente, esta noche que es de día, esta luna transformada en sol naciente arroja su luz claroscura sobre una mirada ardiente a punto de rasgar un par de ojos rasgados. Y es que, con la caída del otoño, en Japón él se siente un amante occidental...

12 de octubre de 2011.
 

sábado, 6 de agosto de 2011

"La última nota de Stern"

Sentado al piano en mitad de la noche parisina, sintiendo el eco de las notas desvaneciéndose en las yemas de sus dedos, Maximilian Stern exhaló su último aliento. Su sempiterna figura encorvada se detuvo inerte, convirtiéndole en una especie de gárgola en los tejados de Notre Dame… El sol se apagó de pronto. La luna ocultó sus dos caras. Las estrellas desaparecieron en un mar de oscuridad. Los sonidos del universo enmudecieron y el tiempo dejó de pasar. La nada surgió de la nada para serlo todo en una eterna inexistencia. La inefable perfección polifónica de Stern no sólo le había causado la muerte: había provocado el fin de un mundo que no habría tenido sentido sin el son de su música.

Dedicado a Pablo Daffari y M.L.P.G. Ustedes han vuelto y gracias a ello yo he regresado.

domingo, 13 de febrero de 2011

"Desterrado"

Cuando el viento de poniente lo arrastró a aquel pueblo en mitad de ninguna parte, pronto se dio cuenta de que el polvo procedente de las canteras y la crudeza del invierno labraban corazones de mármol: fríos, herméticos, impenetrables. En una tierra como aquella, infértil y zanjada hasta las simas, cualquiera que no muriese de una infección pulmonar estaba condenado a sucumbir a la extrañeza y la invisibilidad. Partiendo piedras de día y recomponiendo el alma de noche, pasó media vida sin vida hasta que se marchó por donde mismo había venido. Creyó volver a casa, pero mientras recorría las calles que lo habían visto hacer camino en su alegre juventud, rostros ajenos le escudriñaban que en otro tiempo parecieron familiares. Como si pudiesen ver que debajo de aquel saco de huesos y pellejo se escondía un corazón labrado en mármol.


("Desterrado" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).