viernes, 31 de diciembre de 2010

“Inconstantes vitales” (II)

No se ha dado cuenta, ¿verdad? Me parece a mí que no. ¿Tú que dices? Tú eres su amigo: ¿este tío es tonto o sólo se lo hace? Luego decís que las mujeres somos un misterio y que no hay quien nos entienda, que no hablamos claro y no sé cuantas cosas más... ¿Que no hablamos claro? Pues en mi caso, vaya, más claro agua, me parece a mí. Mira, podría pensar que es que no le gusto si yo viera que se pone incómodo, nervioso, o que me intenta cambiar de tema, pero no es el caso, ¿a que no? Por la edad tampoco será. ¡Digo yo, vamos! Yo creo que la diferencia no es para tanto, ¿no? Como para que yo no le pueda atraer, quiero decir. ¿Cuántos tiene Manuel? ¿Treinta y dos, treinta y tres...? Yo creo que simplemente no se entera de nada, que no se ha dado ni cuenta, y si es eso es que ni le va ni le viene, supongo yo... ¡Me cachis en la mar, es que yo a estas alturas ya no me acuerdo de cómo se hacía para engatusar a un tío! He perdido práctica, no tengo la maña y la chispa que tiene una que tener para estas cosas, y casi las ganas también. Dime tú que ganas me van a quedar de buscarme pareja después de lo que llevo encima… ¡Anda ya! Ya sé que algún día tendré que espabilarme y echarme al ruedo otra vez, pero es que todavía me pesa, ¿sabes? No te puedes tú ni imaginar lo que significa verte con cuarenta años, separada y con una niña pequeña. Porque ésa es otra, encima el capullo no me quiere dar el divorcio. Como sabe que el día que firmemos los papeles a la niña me la quedo yo y me tiene que pasar una pensión por ella, pues claro, así están las cosas... ¡Maldita la hora en que me casé, no sabía dónde me estaba metiendo! Pero la culpa es de una, que es tonta, tonta de remate. Te dejas llevar por la corriente, como los demás, porque es eso lo que se espera de todo el mundo, y claro, tampoco es que nos planteemos otra cosa, ¿verdad? Al menos la mayoría. Una lo ve como lo normal, lo lógico, y hasta lo más bonito a lo que puedes aspirar en la vida: formar tu propia familia, tener chiquillos y todo eso. Anda que... ¡como si casarse fuera cosa de un día, para qué me lo iba yo a pensar mejor! Pronto me voy a casar yo otra vez, a mí ya no me pillan ni loca. Fíjate tú de lo que me ha servido: ahora estoy más perdida que el barco del arroz. Cuarenta años y ya estoy echada a perder. Podría tener media vida por delante para hacer lo que me diera la gana, como me diera la gana y con quien me diera la gana, y no que con la niña estoy hecha una esclava. Tendrías que ver lo que te huyen algunos cuando se enteran de que estás separada y tienes una niña. Se cagan pensando que lo que pretendes es pescarlos de mala manera... Vamos, que no puede una ni buscarse de vez en cuando un tío con el que divertirse un rato. Nada: ¡tonto el último! Y encima me siento fatal por pensar en estas cosas, porque ella no tiene la culpa, angelito, y además la quiero mucho, más que a nada en este mundo, que me parta un rayo si es mentira... ¡Si luego lo pienso y ella es lo único que me da la vida, lo único que me ayuda a tirar para delante! Y conforme la veo crecer se me hincha el alma… ¡Mi Anita! Y luego están mis amigas, si es que se les puede llamar así. ¿A ésas dónde te las dejas? No te puedes hacer una idea: te ven separada y con una criatura y casi te dan el pésame, las muy zorras... Si una se siente perdida, te hacen sentirte muerta. Y van y aprovechan para contarte las lindezas de sus vidas y lo felices que son, lo buenos que son sus maridos, lo mucho que se quieren los dos, lo bonito que es crear una familia y salir adelante en la vida... ¡Ay, Reme, nena, tú no te agobies, que con lo joven que eres y lo guapísima que estás, ya verás qué pronto encuentras a uno que te quiera de verdad! ¡Anda y que se vayan todas a la mierda! Qué ordinaria me estoy poniendo, Dios, pero es que no lo soporto, no lo aguanto, de verdad. Tú estás casado, ¿verdad? Pues hijo, que Dios te coja confesado… ¡Si es que no hay necesidad! Por eso no os vais a querer más, ni vais a durar juntos para siempre. Tú ponte que al cabo de los años os deis cuenta de que ya no queréis seguir juntos, pero para entonces tengáis obligaciones que os echen para atrás y no os atreváis. Imagínate: seguir adelante por los niños, porque crezcan con una familia “normal”, por miedo a que la separación les pueda afectar... Y mientras vosotros dos destrozándoos la vida el uno al otro, y a lo mejor a los niños también si no sabéis representar delante de ellos. Y cuando se hagan mayores y decidáis tirar cada uno por su lado, ¿qué? ¿Entonces qué? Media vida por la borda, ¿y lo que queda? Para nada, ya no estáis para nada. Por eso yo todavía puedo llorar con un ojo y todo, menos mal que me di cuenta a tiempo. ¡Uf...! Eso sí: porque lo vi delante de mis narices, que si no, a saber si no seguiría aún hecha una cabrona y sin saberlo, ¿sabes? Llego un día de una guardia a las siete de la mañana loca por acostarme, y cuando estoy sacando las llaves del bolso, va la otra… ¡y sale por la puerta de mi casa! Yo me quedé de piedra, DE PIEDRA. Me pilló tan de sopetón y estaba tan hecha polvo que no pude reaccionar. ¡Imagínate tú, una guarra saliendo por la puerta de tu casa a las siete de la mañana! Y la otra se quedó con una cara al verme, que vaya... Me miró a la defensiva, como pensando “Esto no tendría que estar pasando, ¿no se supone que no volvías hasta las ocho?” ¡La muy golfa, saliendo tan ancha por la puerta de mi casa a la hora en que yo estoy limpiando culos y encima va y se ofende! No sé qué me pasó en ese momento por la cabeza para hacer lo que hice, en vez de ponerla de vuelta y media. Me da vergüenza sólo de acordarme, de verdad... Me di media vuelta hacia la puerta de al lado y tonteé un momento con el llavero entre las manos haciendo como que buscaba la llave de casa, como si en realidad mi casa fuera la de al lado, ¿entiendes? Ella reaccionó en... nada, en dos segundos, y se fue escaleras abajo para no tener que esperar el ascensor allí delante. Se me hizo eterno, ETERNO, el momento que estuve parada delante de la puerta esa temblando como un flan con la llave en la mano apuntando a la cerradura. Y de fondo el ruido de los tacones bajando las escaleras de bulla y corriendo. Casi podía sentir su vergüenza por la forma en que se atropellaban los taconazos uno detrás de otro, a trompicones... Ya no me pude dormir. Toda la noche de guardia y no pude pegar ojo. Y mira que me fui directa a la cama sin rechistar y caí rendida con el otro cabrón al lado. ¡Que de muerta que llegué, me pudo más el cansancio que la mala leche! Pero nada... El calor de la cama, eso fue. Fue como una patada en el estómago. Me sentí tan estúpida, tan... tan... ingenua por haber dormido así mismo tantas veces y no haberme dado cuenta... ¡Qué humillante, por Dios, cuando pensé lo que me había ayudado a dormir ese mismo calor tantas mañanas! Bueno, Andrés, esto ya está. Y perdona, hijo, por el rollo que te acabo de soltar, pero es que hacía tanto que no hablaba con nadie de estas cosas, que es que empiezo a hablar y una cosa sigue a la otra y ya no hay quien me pare.


Málaga, a 31 de diciembre de 2010.


"Inconstantes vitales" (II) es la adaptación de un capítulo de una malograda novela que se iba a llamar "Maneras de vivir".

martes, 28 de diciembre de 2010

"En tu habitación"

En tu habitación
Allí donde el tiempo se detiene
O a tu voluntad se mueve
¿Dejarás que se haga pronto de día?
¿O me dejarás yaciendo aquí?
En tu oscuridad preferida
Tu penumbra favorita
Tu conciencia predilecta
Tu esclavo elegido…

En tu habitación
Allí donde las almas se desvanecen
Donde sólo tú permaneces
¿Me conducirás hasta tu diván?
¿O me dejarás yaciendo aquí?
Tu inocencia preferida
Tu premio favorito
Tu sonrisa predilecta
Tu esclavo elegido…

Pendiente de tus palabras
Viviendo de tu aliento
Sintiendo a través de tu piel
¿Me quedaré aquí para siempre?

En tu habitación
Tus ojos ardientes
Prenden lenguas de fuego
¿Dejarás que se extinga pronto la llama?
¿O me quedaré aquí para siempre?
Tu pasión preferida
Tu juego favorito
Tu espejo predilecto
Tu esclavo elegido…

Pendiente de tus palabras
Viviendo de tu aliento
Sintiendo a través de tu piel
¿Me quedaré aquí para siempre?
¿Me quedaré aquí para siempre?


Málaga, a 28 de diciembre de 2010.


Este texto es una traducción adaptada, libre, pedante y con pretensiones literarias y culturetas de "In your room", canción del grupo británico Depeche Mode. La canción fue compuesta en 1993 por Martin L. Gore.

lunes, 27 de diciembre de 2010

"Inconstantes vitales" (I)

“Lo pasamos bien aquella tarde, ¿te acuerdas? Primero fuimos a un café donde estuvimos charlando un rato a la luz de unas velas, después nos fuimos a dar un paseo por el parque y acabamos donde siempre acaban dos hombres acompañados de dos mujeres: de compras. Para acabar, como tantas veces, sin comprar nada. ¡Estas mujeres…! Carmen tenía que marcharse al pueblo, así que fuimos a acompañarla a la estación para que cogiera el tren de las diez. Los tres nos despedimos de ella y fuimos camino de tu casa para cenar y relajarnos después tomando unas copas y escuchando música. Sí, la verdad es que fue una tarde agradable… hasta que preguntaste justo lo que no debías. ¿Qué te ha contado Carmen? Cuando íbamos paseando por el parque, tú y yo charlábamos de cosas triviales, tonterías nuestras, mientras Julia y Carmen paseaban unos metros atrás hablando en voz sospechosamente baja. Aquella era la segunda vez que yo veía a Carmen, me acuerdo perfectamente, y me sorprendió que las dos se tuvieran tanta confianza viviendo una en el pueblo y la otra en la ciudad desde hacía tanto tiempo. Que no se les notaba lo más mínimo, vaya. ¿Te acuerdas de la respuesta socarrona que te dio Julia? Para tu información, hemos hablado de cosas privadas. Y tú le contestaste tan pancho que seguro que no era nada de lo que no pudieras enterarte... Habían estado hablando de los problemas de Carmen con los hombres, de su mala suerte, de lo sola que se sentía encerrada en el pueblo como un animal enjaulado. Necesitaba abrirse camino por la ciudad, conocer gente distinta... Encontrar a alguien a quien pudiera querer y que la quisieran a ella también... ¡Dios, qué sola estaba! Mucha palabrería, según tú, que dijiste que lo único que Carmen necesitaba era cambiar de actitud hacia los hombres. Era bastante guapa, lo que significaba que, como todas las mujeres guapas, podía tener prácticamente al tío que quisiera, y en cambio no hacía más que enchularse con los especímenes más despreciables del sexo masculino. Y claro, cuando ya habían tenido bastante y se cansaban de ella, le daban la patada como a un perro. ¡Normal! Recuerdo que aquello le sentó a Julia como un tiro. Dijo que la menospreciabas sólo para fastidiar, porque era su amiga, y tú mientras tanto que a qué venía tanto mosqueo cuando era ella, Julia quiero decir, la que siempre sacaba el mismo tema. Los tíos lo simplificáis todo que da gusto. ¡Os creeréis que a nosotras nos gusta que nos chuleen! Joder… y yo que no sabía si echarme a reír o a llorar. En ese momento sentí un odio de muerte hacia Carmen, y hacia aquellos tíos, también... Incluso hacia mí mismo. Hacia ella por parecer disfrutar dejándose humillar una y otra vez por un puñado de capullos. Hacia ellos por ir por la vida haciendo el cabrón tan tranquilamente. Hacia mí... por ser un imbécil y no ser capaz de comportarme igual, para qué engañarte. Siempre he envidiado a la gente que antepone sus deseos a cualquier cosa, que no le importa saltárselo todo a la torera y después duermen tan tranquilos y no han sabido en su puñetera vida lo que es tener cargo de conciencia. Quién pudiera, pero cada uno es como es, ¿no? Y si lo pienso con cabeza no me cambiaría por ellos… Carmen... Mi atracción por ella se me escapó de las manos desde el día en que la conocí, como suele ocurrirme con mujeres que desde el principio parecen destinadas a darme calabazas. Mi atracción hacia ellas es como... autodestructiva o yo qué sé. La distancia, el silencio, la desidia, el misterio... ¡Yo qué sé qué coño es! El caso es que unos días después hablé con Julia y le dejé caer que estaba interesado en su amiga, y se sorprendió por mis comentarios y tal. Va y me dice: Vaya, ¿a qué viene tanta pregunta sobre Carmen? La verdad, no sé muy bien qué puedo hacer por ti. Si quieres te doy su teléfono y... tú mismo. Aquello me sonó, más que a otra cosa, a que no me molestara en intentarlo, a que un tío como yo no tenía ninguna posibilidad. Se encogió de hombros y casi te diría que me miró con cara de lástima, fíjate. Yo sabía que Julia me tenía un gran aprecio, eso por descontado, pero también que me conocía lo suficiente como para saber que mi personalidad no era la más adecuada, ya no te digo para seducir, sino para atraer a una mujer de carácter como Carmen, ya sabes, que según me decías parecía escoger a los tíos represores y tarugos a conciencia, como buscando quien pudiera dominar y reprimir ese carácter suyo tan... temperamental. Al menos eso decías tú. Yo nunca lo he visto tan claro, la verdad... Ahora todo es diferente, pero me duele tener que decir que la situación ha cambiado desde que tú estás aquí. Pasamos mucho tiempo juntos. Bueno, tampoco es para tanto. Hemos quedado cuatro o cinco veces: para ir al cine, tomar café... Ya sabes, tonteando como dos idiotas. Quién me lo iba a decir a mí, ¿eh? Ayer sólo era la amiga distante de Julia, y hoy... Precisamente es de Julia de quien no sé nada desde hace mucho, como si se la hubiera tragado la tierra. Carmen dice que se pasa el día de la guardería a casa y de casa a la guardería, y nada más. Ni siquiera nos coge el teléfono. A lo mejor necesita estar sola después de lo que ha pasado... Yo no quiero meterme donde no me llaman, pero no sé, a mí me parece que, por muy mal que lo esté pasando, no es justo que no venga a verte, aunque no sea todos los días. ¡Que es tu mujer, coño! Y si se encierra en sí misma, lo único que va a conseguir es buscarse algo malo... Y pensar que os estabais planteando tener un hijo. Me cago en la leche, cada vez que lo pienso me da una pena... Lo de Carmen es otra cosa: no es por defenderla ni nada por el estilo. Tú sabes igual que yo que en todo este tiempo vosotros no habéis sido otra cosa que el marido de Julia y la amiga de Julia, ¿o no? Es más, nunca me has dicho nada ni yo te he querido preguntar, pero me da la impresión de que tú no la tragabas mucho, que la considerabas una entrometida o algo así, por salir de la nada después de tantos años y venir ahora con el cuento de amiga del alma de Julia, y tú sin tener ni puta idea de quién es ni haber oído hablar de ella en la vida... Le he propuesto un par de veces que se venga conmigo un día a verte, pero ya no le insisto más, eso es cosa suya. Me agacha la cabeza y se pone un poco seria. Dice que tiene una fobia horrible a los hospitales y que le da vergüenza, no sé de qué. De todas formas dice que reza por ti todos los días, aunque sí, ya sé que eso te la trae igual de floja que a mí. La verdad es que un poco rara sí que es esta mujer, eso no te lo niego… Pero hacía tiempo que no me sentía tan ilusionado con alguien. Aunque lo mismo te digo una cosa que otra: la verdad es que cambiaría todo eso por que estuvieras despierto, tomándonos unas cervezas y charlando sentados en algún bar, y no aquí. Pero bueno, no te voy a hablar ahora de eso. Pronto volverás a estar bien. Ya verás como sí... Bueno, tío, que se me hace tarde. Me tengo que volver al trabajo cagando leches, como siempre. A ver si te despiertas pronto, que esto no es lo mismo sin ti, ya lo sabes... Hasta mañana, Andrés”.


Málaga, a 26 de diciembre de 2010.


"Inconstantes vitales" (I) es la adaptación del primer capítulo de una malograda novela que se iba a llamar "Maneras de vivir" y quedó relegada al ostracismo creativo/destructivo, si mal no recuerdo, hace ya casi diez años... Como diría John Malkovich en el nuevo anuncio de Nespresso: "George - We recycle".

martes, 21 de diciembre de 2010

“Desalmado”

Al fin he logrado alcanzar sosiego para mi alma. De mi memoria he borrado todos los tristes recuerdos. Ya no atormentan mis sueños ni oscurecen mis vigilias. Tengo dos pies que caminan por calles que desconozco. Tengo dos ojos que miran pero no buscan ni encuentran. Y un espejo en el bolsillo en el que observo mi rostro. Ese rostro que no miente. Ese rostro que pregunta: "¿Acaso esto es un hombre?"

viernes, 17 de diciembre de 2010

"La única luz"

No queda una sola luz encendida en la ciudad. Sólo los faros de los coches iluminan a ráfagas las calles pobladas por sombras. Atravieso el portal a tientas y me dispongo a subir las escaleras. De pronto siento el ascensor descendiendo, emitiendo latidos provenientes de un corazón mecánico. Si el mundo está a oscuras, ¿qué hace esa luz violácea apareciéndose en la planta baja? Al otro lado del cristal se presenta una figura inmóvil y desdibujada. Aún estoy a tiempo de no abrir la puerta… Un rostro desfigurado por una túrbida imaginación. Una sonrisa vagando funámbula al borde de la locura. Unos ojos desorbitados que parecen ver más allá de los límites del mal. Sólo tengo tiempo de pensar que jamás llegaré a casa. Un segundo después, mi cabeza incrustada en el techo del ascensor apaga la única luz que quedaba con vida en la ciudad.


Málaga, a 17 de diciembre de 2010.


("La única luz" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).

domingo, 5 de diciembre de 2010

"La última noche"

Aquella noche era la última oportunidad de salvar lo que había entre ellos. Ambos lo sabían bien. Por eso mismo sobraban las palabras. Por eso ella abrió su álbum de fotos y él se limpió las gafas de cerca. Tratar de compartir de dónde vienes podía ser el modo de descubrir adónde vas. Puede que abrir los ojos fuese la única manera de ver con el corazón. Entre instantes de vida descoloridos y sonrisas atrapadas en blanco y negro, él empezó a ser consciente de que la persona a quien veía retratada era tan desconocida como la que arrastraba las hojas. Aquella noche hicieron el amor sabiendo que todo había terminado. Por eso mismo sobraron las palabras. Ella cerró su álbum y él cerró sus ojos... Hasta que, sumergidos en aquel cuarto oscuro, la madrugada reveló el final entre los dos.


Málaga, a 4 de diciembre de 2010.


("La última noche" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).

martes, 5 de octubre de 2010

Un plato que se sirve frío

Al fin se acabaron los largos siglos de lucha en pos de los derechos fundamentales de la mujer. Lo crean o no, ya ha llegado el ansiado día en que las mujeres occidentales han conseguido la igualdad que se merecían frente a los hombres. Todos esos denodados esfuerzos, todos esos sacrificios inhumanos por ponerse a la misma altura que nosotros, por fin han dado su fruto. Y es que esta sociedad, que ha crecido en democracia con dignidad y madurez, no se ha conformado con ver con buenos ojos anuncios de televisión en los que se hace mofa de la (supuesta) ineptitud del género masculino a la hora de poner una lavadora, planchar la ropa, cocinar algo más complejo que freír un huevo, o cuidar a un bebé, sino que se prepara para ese gran momento en que contemplaremos sin inmutarnos como una fémina de armas tomar (por no decir una heroína de su tiempo) abusa de su indefenso amante propinándole una paliza tan brutal como imaginativa...

Qué quieren que les diga, amigos y amigas. Pues que ya era hora de que se defendiera el derecho innegable a que la mujer se vuelva igual de bestia parda y descerebrada que lo peorcito nacido de entre aquellos a los que nos cuelgan dos pelotas entre las piernas. Ya tocaba deleitarse contemplando cómo las mujeres nos maltratan a nosotros y nos dan hasta en el carnet de identidad como en este videoclip. Aún diré más: no quedaré plenamente saciado hasta que algún iluminado (o iluminada) ruede un vídeo donde castren al personal masculino a diestro y siniestro, y si puede ser con material romo y oxidado, mejor que mejor. ¡Hemorragias masivas de origen fálico por doquier! Hay que ver qué bonito y loable resulta este nuevo fenómeno social... Por cierto, yo lo llamo revanchismo, aunque por ahí algunos (y algunas) lo han bautizado con un término de cuyo nombre no quiero acordarme.

El caso es que, de tanto darle vueltas al asunto, al final me va a dar por pensar que esta recién nacida y benefactora igualdad que a todos nos gusta tanto, al igual que la venganza, es un plato que se sirve frío.

(Como si lo estuviera viendo: después de esto me van a llover más hostias que al Adam Levine en el vídeo… ¡Divertidísimo, por cierto!)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cabeza de turco

“Ah, ¿tú eres funcionario? ¡Anda que no vivís bien!” Esta es una de las reacciones más comunes que se suele dar en una conversación cuando sale a la luz que uno está empleado al servicio de la administración pública. Otras reacciones incluyen, por ejemplo, diversas conjugaciones del verbo tocar acompañadas de diversos vocablos vulgares referidos a los testículos. No voy a negar que hoy en día, pringados de mierda hasta las cejas en esta crisis social y económica, los funcionarios somos especímenes afortunados por contar con un empleo seguro, pero eso sí: me resisto a ser estigmatizado por haberme ganado con el sudor de mi frente un puesto en la función pública que, por otro lado, está al alcance de cualquiera que haya superado el antiguo BUP o ese engendro de la enseñanza actual bien llamado ESO. ¿Saben qué? Resulta harto curioso que reacciones como las arriba mencionadas a menudo provienen de gente que hasta hace bien poco vivía muy feliz abandonando el sistema educativo cuando les salía de sus países bajos para trabajar cobrando buena parte de su salario bajo cuerda y así no tener que declararlo a la Hacienda Pública y comer perdices estafando al Estado, dejando en manos de otros (llamémosles, por ejemplo, funcionarios) la responsabilidad y el peso de inyectar liquidez en las arcas de ese país llamado España del que tantos se sienten orgullosos pero por el que unos poquitos menos están dispuestos a hacer esfuerzos, sobre todo si esos esfuerzos afectan a sus cuentas corrientes…

Resulta cruelmente divertido, o mejor dicho, cruel a secas, que después de que el gobierno anunciase que iba a congelar el sueldo de los funcionarios durante dos años hubiera gente que se jactase de sentenciar que nos dieran por donde la espalda pierde su casto nombre. O lo que es lo mismo: mal de muchos, que nos den por culo a todos. A saber cuántos de esos cabrones hacían y hacen perder dinero al Estado (que no sé si ustedes se han dado cuenta, pero somos todos) defraudando a Hacienda mientras piden cabezas de turco a voz en grito. Pero eso sí, no se equivoquen, amigos míos, que los funcionarios, además de tocarnos los cojones a dos manos, conseguimos, entre otras muchas cosas y con sueldo congelado incluido, que la sanidad pública tenga dinero para que todos ustedes (incluidos los que no han cotizado ni un puto día en la Seguridad Social y los amantes del dinero negro) puedan ir al médico a curarse una faringitis, a conseguir medicamentos a mitad de precio por la patilla, a operarse de apendicitis o, como nos pongamos muy tontos, a cambiarse de sexo por estar encerrados en el cuerpo de no sé quién.

Por cierto, se me olvidaba una nimiedad: ¿saben que el término funcionario no es siempre sinónimo de trabajador de la función pública que, además de ser un privilegiado que goza de un empleo de por vida, se toca los cojones en horas de trabajo sabiendo que de su puesto no le echan ni con agua hirviendo? También existen funcionarios que realizan su trabajo con responsabilidad y eficiencia, como todos esos profesores y maestros que se llevan trabajo a casa y no salen a la calle los domingos por la tarde corrigiendo redacciones o exámenes. Yo no sólo los conozco, sino que además soy uno de ellos. Pero no piensen que todo se queda ahí, porque yo soy muchas otras cosas: soy un profesor ambulante que ha trabajado en cuatro escuelas en tres años; soy un nómada que ha renunciado a la compañía de su familia y amigos por ganarse la vida en pueblos de los que muchos sólo han oído hablar y no sabrían ni localizar en el mapa de Andalucía; soy un exiliado que se ha sentido nostálgico y melancólico cenando solo en casa sentado en sillones sin cojines; soy un polizón que hace amigos en septiembre y se despide hasta otra en julio; soy un viajero especializado en hacer y deshacer maletas y que no tiene más casa que la que se lleva a cuestas. Soy un opositor que se la juega cada dos años con la esperanza de conseguir algún día un futuro estable. Soy algo que nunca olvido y espero que ustedes tampoco: un miembro de la clase obrera que intenta vivir su vida lo mejor posible. Como la mayoría de ustedes. Como aquellos que se jactaron de sentenciar que me dieran por donde la espalda pierde su casto nombre.

viernes, 6 de agosto de 2010

De cojones

Esta mañana caminaba bajo el sol de vuelta a casa cuando me he cruzado con un tipo de unos veintitantos años vistiendo una camiseta donde se leía DeCojones. Así, a lo vivo. Camiseta azul marino y letras con un cierto resplandor de brillantina, para que el mensaje quedase no sólo libre de ambigüedad sino lejos de pasar inadvertido. Hoy en día se comercializan con un éxito sin precedentes camisetas con lemas tan loables, ingeniosos y dignos de nuestra lengua hispana como “Bailo como el culo pero follo que te cagas”, “Fuma folla y bebe, que la vida es breve” o “España tan seca y tú tan húmeda”. Y hete aquí que me ha dado por pensar, así como quien no quiere la cosa, que no sé yo para qué puñetas se pone la gente ropa para taparse sus vergüenzas cuando luego las llevan desvergonzadamente estampadas en la camiseta.

Los más sabios del lugar –niñatos y no tan niñatos poseedores tanto de cuerpos esbeltos, musculosos y bronceados, como enclenques, huesudos y paliduchos, e incluso gordos, fofos y peludos– ya cayeron en la misma cuenta hace algunos veranos y por ello tomaron la docta e higiénica decisión de no llevar camiseta durante los meses de estío. De puta madre. Y fue entonces cuando, en una medida social admirable que arrancó lágrimas de emoción entre los contribuyentes malagueños, el ayuntamiento tuvo a bien invertir el dinero de los ciudadanos en repartir camisetas durante la feria para todos aquellos a los que no les sale de los huevos taparse como Dios manda. España y olé.

Recuerdo bien cuando en mi época de estudiante de instituto –en la que casi no estudiaba y casi no pisaba el instituto– un buen puñado de chaveas vestíamos camisetas de grupos heavy, a menudo portadas de discos donde figuraban demonios, calaveras o guerreros portando espadas descomunales y sanguinolentas. En aquella época aquellos forajidos juveniles estábamos mal vistos y éramos motivo de escarnio y azote verbal por parte de vecinos respetables y ancianas bondadosas. Y eso que saludábamos al entrar y al salir, sujetábamos la puerta y ayudábamos con las bolsas de la compra. En nuestras conversaciones pilladas al vuelo no se percibían como parte de nuestro vocabulario palabras como paliza, navaja, pistola o –sin duda en el mejor de los casos– mamada (llámenme puritano, pero soy de los que opinan que ciertas cosas no se deben decir en público, y menos aún con la boca llena).

¿Saben qué? Pueden llamarme también elitista, altanero, excéntrico o cualquier otro epíteto de su gusto que se les venga a la cabeza, pero a día de hoy y con el paso de los años, quien esto escribe confiesa pasarse medio verano vistiendo camisetas de equipos de fútbol de 65 euros la unidad. Porque me gusta el fútbol y porque puedo pagarlas. Porque no hay nada más cómodo y porque sientan de lujo. Porque no faltan al respeto ni al buen gusto. Porque esas sí que quedan de cojones.

jueves, 5 de agosto de 2010

El retorno de la Doncella

Como la Noche de Reyes o el día de mi cumpleaños, la publicación de un nuevo disco de Iron Maiden siempre supone un motivo de ilusión y emoción casi infantiles para quien esto escribe. Esta banda inglesa de heavy metal no sólo es el primer grupo de rock duro al que me aficioné a mis tiernos trece años, sino uno de mis cuatro o cinco grupos favoritos. Uno de esos grupos por los que -al igual que los clásicos del cine o la literatura, o la amistad entre dos buenos amigos- jamás pasa el tiempo.

Nacieron a principios de los ochenta, parecieron morir con el cambio de década, resucitaron con más fuerza que nunca al filo del nuevo milenio, y con "A Matter of Life and Death" (2006) nos dispararon, acribillaron y bombardearon con lo mejor que saben hacer: el mejor rock duro que se ha tocado en los últimos treinta años. El 16 de agosto sale a la venta "The Final Frontier", lo nuevo de Iron Maiden. Lo nuevo digo, porque espero que no sea lo último...

[Como particular y humilde homenaje a mis Maiden, he elaborado una encuesta para que los que seáis aficionados a la banda votéis por el disco que más os gusta dentro de su discografía de estudio. Ver columna de la derecha] >

jueves, 29 de julio de 2010

"Memorias de un adolescente gordo"

Yo fui un adolescente gordo, muy gordo, gordo como yo sólo. Tan gordo era que no era yo, sino nosotros. Estábamos tan gordos yo y yo mismo que una vez incluso llegamos a caernos de la cama por los dos lados. Aún hoy me está doliendo el chichón, y no precisamente porque cayera de cabeza (de hecho caí de barriga por pura lógica gravitatoria), sino porque al subir de nuevo al lecho nos dimos un cabezazo tremendo con nuestras cabezas. Tan gordo estaba yo que, a veces, en vez de nosotros era incluso ellos, pues de voluminoso que era me salía de mí mismo. Siempre he tenido muy mal sentido de la orientación y además en aquel entonces no me gustaba hacer ejercicio, así que cuando me salía de mí sólo daba una pequeña vuelta, me compraba alguna golosina y volvía hacia dentro; lo malo es que un día me olvidé las llaves y tuve que dormir en otro cuerpo (que no sobre otro cuerpo, ya habría querido yo...).

Para nosotros los gordos es muy duro tener que llevar zapatos. No se pueden hacer una idea hasta qué punto, mis queridos lectores con figura de sílfide exuberante. ¡Algunos gordos están tan gordos que no alcanzan a anudarse los cordones! Es por ello que la mayoría calza mocasines, a pesar de que la gente suele atribuirlo al hecho de que los gordos son gente elegante y distinguida. ¿Saben una cosa? Conocí una vez a un gordo tan inmenso que no pudo asistir a su propia boda por no poder atarse los cordones de los zapatos. ¡En serio! De hecho se lo encontraron muerto horas después en esa misma posición. El forense dijo que había muerto de aburrimiento, aunque yo siempre he pensado que no fue sino de pura vergüenza. Los gordos de su barrio aún se persignan al pasar ante la escultura con la que le homenajearon sus vecinos inmortalizando la imagen de su desgraciada muerte, aunque ninguno se arrodilla por miedo a no poder levantarse después. Y se preguntarán ustedes qué fue de de la desdichada novia. Pues bien, quedó tan marcada por la traumática experiencia que se acabó casando con una tarrina de lomo en manteca. Es cierto que ésta nunca la trató con la misma ternura que su malograda pareja, pero eso sí, al menos a la tarrina no le olían los pies.

Soy consciente de que hasta ahora sólo he llevado a cabo una exposición de inconvenientes acerca de la gordura, pero no crean, mi intención es demostrarles que el sobrepeso también puede tener sus ventajas, e incluso que la delgadez a veces puede ser una pesada carga, por paradójico que pueda resultar. Conozcan si no el caso de una gorda que iba a bordo del mítico e infausto Titanic: la señora en cuestión era una rotunda pieza de ciento ochenta kilos de peso que, llegado el trágico momento de abandonar la nave, como quiera que hundía todas las balsas en las que se subía (sabe Dios si no fue ella solita la que hundió el barco), no tuvo más remedio que arrojarse al agua en un arranque de temeridad, logrando sobrevivir de forma milagrosa agarrándose a su propia barriga como si de un flotador se tratase. Eso sí, la pobre mujer tuvo la mala suerte de abrir el tapón del aire por accidente, y cuando volvió a colocarlo en su sitio ya tenía la figura de Cindy Crawfordyogur vitalínea en ristre incluido–, la cual resultó ser demasiado apetitosa para los tiburones, no sé si me entienden.

No me gustaría poner fin a estas memorias sin reflexionar en voz alta acerca de un fenómeno social que siempre me causó perplejidad y aún hoy día continúa provocándome honda desazón. ¿Por qué los gordos estamos tan mal vistos y no así los flacos? Con todo el espacio que ocupan los gordos no alcanzo a entender cómo no se les ve mejor.

"El cuartito"

El otro día volví a casa de los abuelos, ¿sabes? Quería despedirme por última vez; no de ellos, que ya no viven más que en nuestros recuerdos, sino del cuartito aquel donde aún habita nuestra infancia, antes de que los futuros inquilinos ahuyenten para siempre el eco de nuestros juegos. ¿Te acuerdas? Guerreros con espadas de madera, marinos en un barco imaginario, pilotos en el espacio sin levantarnos del suelo… Me senté en la oscuridad y con ella lloré en silencio. Y con los ojos cerrados y el corazón abierto, casi pude sentir las risas de aquellos niños que fuimos. Cuando cerré la puerta al marcharme, deseé que allí se quedasen, atrapados y felices. En mundos de fantasía a los que nosotros jamás volveremos.


("El cuartito" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).

sábado, 24 de julio de 2010

"El olvidado"

Llevaba años desaparecido. Había pasado mucho, mucho tiempo, y ya nadie se preguntaba qué habría sido de él; si había huido de forma voluntaria o le habían secuestrado; si estaba vivo en algún rincón del mundo o le habían quitado la vida y ahora yacía a dos metros bajo tierra, o quizás en el fondo de algún pozo. Pero no, ahí estaba él. Tan cerca y a la vez tan lejos. A la vista de todos y a la vez de nadie. Solitario, taciturno, independiente… Ya había dejado de preguntarse si algún día alguien querría encontrarle. Porque no, él no estaba desaparecido. Simplemente nadie se había preocupado por saber dónde estaba.


("El olvidado" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog). Está inspirado en el relato "Wakefield" de Nathaniel Hawthorne.

jueves, 22 de julio de 2010

El misterio de las siete verdades

En su búsqueda por abandonar el mundo de la ignorancia, El hombre que no sabía demasiado pone en vuestro conocimiento un misterioso y desafiante texto criptográfico continente de saberes ancestrales (no me preguntéis dónde ni cuándo lo encontré, ni miréis debajo de los asientos). En este texto se enumeran veinte afirmaciones de carácter universal, entre las cuales se hallan un puñado que cuando menos son susceptibles de discusión abierta e incluso acalorada. Y hete aquí que vuestra tarea sin par no será otra que la de desenmascarar estas dudosas sentencias y sacar a la luz las siete verdades irrefutables del universo conocido que se esconden entre ellas... Confío ciegamente en vosotros, aunque confieso que si tuviese a mano a Indiana Jones y su libreta roñosa para ayudarme en esta empresa, no dudaría un segundo en mandaros a todos a hacer puñetas.


1) 2 más 2 son 4 (siempre y cuando tengas dedos para contar).

2) Las mujeres son más sensibles que los hombres (no hay más que verlas sentadas en el parque leyendo a Bécquer).

3) Los universitarios son gente culta (y más ahora que vienen de la ESO).

4) La religión hace libres (de pecado) a las personas.

5) El hombre viene del mono (y por ahí hay quien parece haberse quedado a mitad de camino en la escala evolutiva).

6) Los políticos son personas honradas (si no, no vestirían con chaqueta y corbata).

7) España es la campeona del mundo de fútbol (y de Europa también, ya que nos ponemos chulos).

8) Pau Donés es un talentoso poeta (“depende...”).

9) La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla (pero no intentes comprobar la teoría después de que tu madre haya fregado el suelo de la cocina).

10) ¡Al Madrid lo va a entrenar Schuster! (¿O era Boabdil?).

11) La música clásica es para melómanos pedantes (y además hay que escucharla con peluca dieciochesca).

12) El sexo sólo es sucio si se hace bien (pero eso sí, acuda usted siempre a las citas con calzoncillos limpios).

13) El whiskey es el agua de vida (por algo en las películas del Oeste se usa como antídoto para las mordeduras de serpiente).

14) La cerveza se sirve con dos dedos de frente (perdón, de espuma).

15) La pasta italiana fue inventada por el Gallo de Triana (de ahí lo de las famosas pastas Gallo).

16) Beber agua con la comida engorda (sobre todo si comes lomo en manteca).

17) Beethoven se quedó sordo usando un diapasón (y además lo hizo adrede, porque con el ruido de su vecindario no se concentraba para componer).

18) Van Gogh se cortó la oreja mientras se afeitaba (y desde ese día decidió dejarse esa barba rubicunda con la que siempre aparece retratado).

19) El masculino de trucha es trucho (y además se quieren mucho).

20) Los cuadros de Picasso los podría pintar un niño de ocho años (de hecho el buen hombre empezó a pintar a los ocho años).

martes, 20 de julio de 2010

"La aldea"

Acababan de dejarle en libertad, pero nadie en la aldea estaba seguro de su inocencia. Por esa misma razón, tampoco nadie podía asegurar que fuese culpable… Pero desconfiar siempre resulta más fácil. Que la justicia le hubiera dejado libre no quería decir nada. Esa misma justicia había condenado a inocentes y absuelto a culpables. Por eso ya nada volvería a ser igual. Por eso desde aquel día la aldea ya no fue aldea, sino una jaula llena de cepos esperando para saltar. La noche ya no fue noche, sino un oscuro silencio donde morir y matar. Los hombres ya no eran hombres, sino un ejército de noctámbulos, bípedos perros de presa, deseando poner un rostro al origen de su miedo.


("La aldea" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).

La primera piedra


Sé que muchos de vosotros estaréis pensando que el título de esta segunda entrada hace referencia a ese célebre dicho que reza "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra", pero nada más lejos de la realidad:

1) Quien esto escribe no sabe si está libre o no de pecado, puesto que a día de hoy aún no me han explicado muy bien que es eso de "espiar los pescados" (como si se fueran a escapar de la mar así sin más, ¡ja!)


2) No tengo a mano ninguna piedra, aunque si sirviere a la causa y al caso algún libro de Antonio Gala -entiéndase a modo de objeto contundente y dañino-, siempre podría echar mano de alguno de los que mi madre posee en su colección.

Dicho esto (con menos gracia que un chiste de Arévalo, sí, pero ya me gustaría a mí veros inaugurar vuestro blog a las tres de la mañana...), y siendo novato en estas lides "blogueras" de nuevo cuño, supongo que comenzar con un pequeño texto literario de creación propia es tan buen arranque como otro cualquiera. "Doktor Brühn" (primera entrada de este vuestro blog) es una narración que pertenece a una serie de cuatro microrrelatos que concebí y escribí allá por marzo de 2008 en diversos paréntesis para despejar mi creciente ansiedad ante las oposiciones que se avecinaban aquel verano. Espero que os guste y me comentéis qué os ha parecido.

Y así, sin más, me despido de momento tras esta presentación sui generis. Ahí quedó sita la primera piedra. Bienvenidos a todos.

"Doktor Brühn"

“¡Fantasías demenciales!”, sentenció Sagnussen mientras realizaba su característico gesto de ajustarse los gemelos en ambos puños de la camisa. Acto seguido cerró los ojos por un instante y se mordió la lengua. Había llegado la hora de que aquel farsante de Brühn respondiera ante el Consejo por el tiempo y el presupuesto malgastados en absurdas elucubraciones. ¡Un artefacto para detener el tiempo! ¿Y qué demonios era aquel tintineo que sonaba entre las manos inquietas de Brühn…? Sagnussen le lanzó una mirada furibunda y repitió su peculiar gesto, pero esta vez sus dedos sólo alcanzaron a palpar cuatro ojales vacíos… Entonces Brühn, como quien lanza los dados en busca de la respuesta del azar, arrojó al otro extremo de la mesa aquellos dos objetos que agitaba entre sus manos. Cuando se detuvieron ante Sagnussen, el eminente doctor se quedó sin aliento. “Creo que ha perdido algo, doctor”, susurró Brühn.


("Doktor Brühn" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).