domingo, 5 de diciembre de 2010

"La última noche"

Aquella noche era la última oportunidad de salvar lo que había entre ellos. Ambos lo sabían bien. Por eso mismo sobraban las palabras. Por eso ella abrió su álbum de fotos y él se limpió las gafas de cerca. Tratar de compartir de dónde vienes podía ser el modo de descubrir adónde vas. Puede que abrir los ojos fuese la única manera de ver con el corazón. Entre instantes de vida descoloridos y sonrisas atrapadas en blanco y negro, él empezó a ser consciente de que la persona a quien veía retratada era tan desconocida como la que arrastraba las hojas. Aquella noche hicieron el amor sabiendo que todo había terminado. Por eso mismo sobraron las palabras. Ella cerró su álbum y él cerró sus ojos... Hasta que, sumergidos en aquel cuarto oscuro, la madrugada reveló el final entre los dos.


Málaga, a 4 de diciembre de 2010.


("La última noche" pertenece a la serie Microrrelatos 150 publicada en este blog).

6 comentarios:

  1. Vamos, que tenía ganas de dejarla de una vez pero aguantó el tipo pa echar un último caliqueño. La putada sería que esa misma noche le hubiera hecho un bombo.

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  2. Ésa es la secuela del relato, que termina con aquella célebre frase "No, yo soy tu padre" (siempre con la voz de Constantino Romero, por supuesto).

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  3. Buenas noches Señor O´Dhurann. Debo decirle que me alegro doblemente de su reaparición. En primer lugar porque echaba de menos el poder discutir (en el buen sentido de la palabra) con alguien de su elocuencia. Y en segundo lugar porque su relato me ha hecho reflexionar largamente sobre el Amor, o para ser más exacta sobre el Desamor y me gustaría saber que piensa usted al respecto.
    El fatal desenlace de su pareja me ha hecho recordar las palabras de un psiquiatra que no hace mucho leí: “La primera epidemia mundial ya no es el sida ni la droga, ahora son las rupturas amorosas.
    Creo que estamos realmente ante un gran problema. Pero el problema no es la ruptura en sí, el problema es que hay millones de personas que no saben lo que es la afectividad. Y lo peor de todo es que esa inmadurez afectiva se está convirtiendo en un fenómeno social.

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  4. Amigo O'Dhurann, paréceme que habla desde la experiencia... pero donde hubo, si es que hubo, hay, y hay amores que resucitan con una vida distinta de aquella con la que murieron.
    O no. Nada sabemos de esto salvo lo que nos va ocurriendo.
    Abrazos,
    L.G., Mandarín de Microescritos

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  5. Las fotografías son algo mágico, capaces de teletransportarnos a los mejores y más maravillosos momentos de nuestra existencia (tanto de pareja como individual), y de hacernos caer hasta nuestros más profundos y oscuros abismos, hasta recuerdos que teníamos casi sepultados sin imaginar nunca que volverían a salir a a luz.

    Por cierto, me encanto su microrrelato.

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  6. Querida Rhubarb,

    El tema que pone usted sobre la mesa resulta ciertamente desafiante por complejo, y la verdad es que es difícil encontrar por dónde empezar... Pero de ninguna manera me propongo rechazar el guante que me arroja con su pregunta. ¿Cómo establecer un punto de partida o una casilla de salida como en el Parchís? Yo creo que, generalmente hablando, el problema de la crisis de afectividad se puede enfocar de tres maneras:

    1) El individualismo. El individualismo es el principio moral (si se me permite la expresión) preponderante en nuestros días, y cuando ese individualismo empieza a traspasar las fronteras de lo natural y aconsejable, se ramifica a través del egoísmo, por ende la falta de empatía y, por ende, la insensibilidad.

    2) La superficialidad. Hay gente en esta vida que no sabe ver más allá de fronteras como los atributos físicos o los bienes materiales. ¡Ojo! No caigamos también nosotros en el pecado de la superficialidad: no se trata de una simple cuestión de incultura; es una distorsión o ausencia total de una escala de valores con un valor (y valga la redundancia) mínimamente antropológico...

    3) Y, por último, y para dejar de una vez de lado la prolijidad y la pedantería discursivas, eso que comúnmente se conoce como "miedo al compromiso". Mucho me temo que ésta es la alergia social y afectiva más extendida por el mundo.

    Lo más cachondo de todo es cuando 1, 2 y 3 se suman y posteriormente multiplican "ad infinitum" en una operación matemática periódica pura de consecuencias catastróficas para las partes implicadas.

    P.D. He dicho... ¡Que alguien llame a Ortega y Gasset para que arregle este desagusdado que he montado en un momento!

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