viernes, 31 de diciembre de 2010

“Inconstantes vitales” (II)

No se ha dado cuenta, ¿verdad? Me parece a mí que no. ¿Tú que dices? Tú eres su amigo: ¿este tío es tonto o sólo se lo hace? Luego decís que las mujeres somos un misterio y que no hay quien nos entienda, que no hablamos claro y no sé cuantas cosas más... ¿Que no hablamos claro? Pues en mi caso, vaya, más claro agua, me parece a mí. Mira, podría pensar que es que no le gusto si yo viera que se pone incómodo, nervioso, o que me intenta cambiar de tema, pero no es el caso, ¿a que no? Por la edad tampoco será. ¡Digo yo, vamos! Yo creo que la diferencia no es para tanto, ¿no? Como para que yo no le pueda atraer, quiero decir. ¿Cuántos tiene Manuel? ¿Treinta y dos, treinta y tres...? Yo creo que simplemente no se entera de nada, que no se ha dado ni cuenta, y si es eso es que ni le va ni le viene, supongo yo... ¡Me cachis en la mar, es que yo a estas alturas ya no me acuerdo de cómo se hacía para engatusar a un tío! He perdido práctica, no tengo la maña y la chispa que tiene una que tener para estas cosas, y casi las ganas también. Dime tú que ganas me van a quedar de buscarme pareja después de lo que llevo encima… ¡Anda ya! Ya sé que algún día tendré que espabilarme y echarme al ruedo otra vez, pero es que todavía me pesa, ¿sabes? No te puedes tú ni imaginar lo que significa verte con cuarenta años, separada y con una niña pequeña. Porque ésa es otra, encima el capullo no me quiere dar el divorcio. Como sabe que el día que firmemos los papeles a la niña me la quedo yo y me tiene que pasar una pensión por ella, pues claro, así están las cosas... ¡Maldita la hora en que me casé, no sabía dónde me estaba metiendo! Pero la culpa es de una, que es tonta, tonta de remate. Te dejas llevar por la corriente, como los demás, porque es eso lo que se espera de todo el mundo, y claro, tampoco es que nos planteemos otra cosa, ¿verdad? Al menos la mayoría. Una lo ve como lo normal, lo lógico, y hasta lo más bonito a lo que puedes aspirar en la vida: formar tu propia familia, tener chiquillos y todo eso. Anda que... ¡como si casarse fuera cosa de un día, para qué me lo iba yo a pensar mejor! Pronto me voy a casar yo otra vez, a mí ya no me pillan ni loca. Fíjate tú de lo que me ha servido: ahora estoy más perdida que el barco del arroz. Cuarenta años y ya estoy echada a perder. Podría tener media vida por delante para hacer lo que me diera la gana, como me diera la gana y con quien me diera la gana, y no que con la niña estoy hecha una esclava. Tendrías que ver lo que te huyen algunos cuando se enteran de que estás separada y tienes una niña. Se cagan pensando que lo que pretendes es pescarlos de mala manera... Vamos, que no puede una ni buscarse de vez en cuando un tío con el que divertirse un rato. Nada: ¡tonto el último! Y encima me siento fatal por pensar en estas cosas, porque ella no tiene la culpa, angelito, y además la quiero mucho, más que a nada en este mundo, que me parta un rayo si es mentira... ¡Si luego lo pienso y ella es lo único que me da la vida, lo único que me ayuda a tirar para delante! Y conforme la veo crecer se me hincha el alma… ¡Mi Anita! Y luego están mis amigas, si es que se les puede llamar así. ¿A ésas dónde te las dejas? No te puedes hacer una idea: te ven separada y con una criatura y casi te dan el pésame, las muy zorras... Si una se siente perdida, te hacen sentirte muerta. Y van y aprovechan para contarte las lindezas de sus vidas y lo felices que son, lo buenos que son sus maridos, lo mucho que se quieren los dos, lo bonito que es crear una familia y salir adelante en la vida... ¡Ay, Reme, nena, tú no te agobies, que con lo joven que eres y lo guapísima que estás, ya verás qué pronto encuentras a uno que te quiera de verdad! ¡Anda y que se vayan todas a la mierda! Qué ordinaria me estoy poniendo, Dios, pero es que no lo soporto, no lo aguanto, de verdad. Tú estás casado, ¿verdad? Pues hijo, que Dios te coja confesado… ¡Si es que no hay necesidad! Por eso no os vais a querer más, ni vais a durar juntos para siempre. Tú ponte que al cabo de los años os deis cuenta de que ya no queréis seguir juntos, pero para entonces tengáis obligaciones que os echen para atrás y no os atreváis. Imagínate: seguir adelante por los niños, porque crezcan con una familia “normal”, por miedo a que la separación les pueda afectar... Y mientras vosotros dos destrozándoos la vida el uno al otro, y a lo mejor a los niños también si no sabéis representar delante de ellos. Y cuando se hagan mayores y decidáis tirar cada uno por su lado, ¿qué? ¿Entonces qué? Media vida por la borda, ¿y lo que queda? Para nada, ya no estáis para nada. Por eso yo todavía puedo llorar con un ojo y todo, menos mal que me di cuenta a tiempo. ¡Uf...! Eso sí: porque lo vi delante de mis narices, que si no, a saber si no seguiría aún hecha una cabrona y sin saberlo, ¿sabes? Llego un día de una guardia a las siete de la mañana loca por acostarme, y cuando estoy sacando las llaves del bolso, va la otra… ¡y sale por la puerta de mi casa! Yo me quedé de piedra, DE PIEDRA. Me pilló tan de sopetón y estaba tan hecha polvo que no pude reaccionar. ¡Imagínate tú, una guarra saliendo por la puerta de tu casa a las siete de la mañana! Y la otra se quedó con una cara al verme, que vaya... Me miró a la defensiva, como pensando “Esto no tendría que estar pasando, ¿no se supone que no volvías hasta las ocho?” ¡La muy golfa, saliendo tan ancha por la puerta de mi casa a la hora en que yo estoy limpiando culos y encima va y se ofende! No sé qué me pasó en ese momento por la cabeza para hacer lo que hice, en vez de ponerla de vuelta y media. Me da vergüenza sólo de acordarme, de verdad... Me di media vuelta hacia la puerta de al lado y tonteé un momento con el llavero entre las manos haciendo como que buscaba la llave de casa, como si en realidad mi casa fuera la de al lado, ¿entiendes? Ella reaccionó en... nada, en dos segundos, y se fue escaleras abajo para no tener que esperar el ascensor allí delante. Se me hizo eterno, ETERNO, el momento que estuve parada delante de la puerta esa temblando como un flan con la llave en la mano apuntando a la cerradura. Y de fondo el ruido de los tacones bajando las escaleras de bulla y corriendo. Casi podía sentir su vergüenza por la forma en que se atropellaban los taconazos uno detrás de otro, a trompicones... Ya no me pude dormir. Toda la noche de guardia y no pude pegar ojo. Y mira que me fui directa a la cama sin rechistar y caí rendida con el otro cabrón al lado. ¡Que de muerta que llegué, me pudo más el cansancio que la mala leche! Pero nada... El calor de la cama, eso fue. Fue como una patada en el estómago. Me sentí tan estúpida, tan... tan... ingenua por haber dormido así mismo tantas veces y no haberme dado cuenta... ¡Qué humillante, por Dios, cuando pensé lo que me había ayudado a dormir ese mismo calor tantas mañanas! Bueno, Andrés, esto ya está. Y perdona, hijo, por el rollo que te acabo de soltar, pero es que hacía tanto que no hablaba con nadie de estas cosas, que es que empiezo a hablar y una cosa sigue a la otra y ya no hay quien me pare.


Málaga, a 31 de diciembre de 2010.


"Inconstantes vitales" (II) es la adaptación de un capítulo de una malograda novela que se iba a llamar "Maneras de vivir".

7 comentarios:

  1. Igual que hay diferentes maneras de vivir,... está la realidad y sus diferentes formas de verla.
    Hay gente que dice que jamás podría perdonar una infidelidad... pero yo creo que a veces, puede ser mayor el dolor de verse sola, desamparada y sin ese compañero de tantos años, al dolor de la traición y la humillación de unos cuernos.
    ¿cuál es su opinión al respecto Sr. O'Dhurann?

    http://www.youtube.com/watch?v=k1BFHYtZlAU

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  2. Buenas Señor O´Dhurann, ha conseguido usted ponerme los vellos de punta con su relato, no tiene que ser fácil verse en la situación de esa chica, me refiero al momento de la infidelidad.

    ¿La infidelidad?, entiendo perfectamente a todo el que es capaz de perdonarla, pero no porque yo sea más buena, ni más comprensiva ni más liberal que nadie, sino porque el ser humano tiene que satisfacer sus necesidades básicas antes de cubrir otras necesidades. En este caso, el sexo o el apareamiento, que es una necesidad fisiológica, se está viendo amenazado por la aparición de otra hembra y eso es más importante que la humillación o la traición, que es una necesidad de estima. Y además, entre las fisiológicas y las de estima están las necesidades de seguridad, se ve amenazada la estabilidad económica, y las necesidades sociales, obviamente se ve amenazado el matrimonio o la familia. Por eso, cuando hay tantos factores en juego, el que realmente no es capaz de perdonar es porque cuenta con muchos recursos para poder cubrir todas esas necesidades. Como se suele decir “las penas con pan son menos”.

    Y ya que estoy recorriendo todos los niveles de la Pirámide de Maslow, voy a llegar a la cima de la jerarquía, la necesidad de autorrealización. Es la necesidad instintiva del ser humano de alcanzar el máximo potencial de sus habilidades. Maslow lo describe de esta forma: “Si quiere estar en paz consigo mismo, un músico debe hacer música, un pintor debe pintar, y un poeta, debe escribir.” ¿ Debo entender que ha satisfecho todos los niveles anteriores y que se encuentra usted realizado en la vida, Señor O´Dhurann?

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  3. Nuestras estelares comentaristas femeninas vuelven a la carga... y como de costumbre lo hacen con comentarios con más sustancia que un zumo de manteca colorá (a buen seguro, Don Luis Gallardo me perdonará este homenaje/plagio a sus palabras). Queridas, me ponéis en unos aprietos intelectuales que me proporcionan una hermosa sensación de sadomasoquismo. Allá vamos:

    Querida damisela de la lista negra: Creo que lleva usted toda la razón en su reflexión. Verse solo/a después de años (felices, supongamos) de vida en pareja -con todo lo que ello conlleva- debe ser realmente difícil de afrontar. El problema de perdonar una infidelidad es ese maldito laberinto irresoluble en el cual a nosotros nos gustaría hallar clemencia en el otro y ser perdonados, sin tener en cuenta que, probablemente, nosotros no seríamos capaz de ser compasivos si fuéramos víctimas de la infidelidad. Realmente son cuestiones en que lo único que cuenta es la percepción y la resolución de cada persona individualmente. Los demás no tenemos derecho a decir quién debe (no) ser perdonado y quién (no) debe perdonar.

    Estimada Rhubarb: He de confesarle que soy un individuo inconformista, inquieto e inseguro por naturaleza, características de la personalidad que suponen un punto de partida poco prometedor para llegar a sentirse realizado. Por otra parte, como modesto pero autoexigente creador y contador de historias, sentirse realizado en la vida es una lucha constante que difícilmente llegará a su fin; lo cual, por otra parte, no significa que haya que abandonar la lucha ni que ésta pierda un ápice de interés... Yo me considero escritor, aunque sea de brocha gorda (si se me permite el transplante semántico), lo cual significa que, circunstancias como trabajar en una escuela en mitad de un patio de vecinos o vivir en un pueblo donde la mayor atracción turística son los suelos de mármol no se me antojan experiencias caracterizadas por la plenitud.

    Por último quisiera añadir que aquellos que caen en el tópico de aseverar que quien es capaz de ser infiel es que no ama de verdad a su pareja, a pesar de emitir una opinión muy respetable, me temo que caen en el pecado del simplismo. Cada individuo reacciona ante los avatares de la vida no sólo según sus principios y valores, sino también arrastrado por la situación y las circunstancias del momento. Así, al igual que un hombre tranquilo podría llegar a matar, un hombre enamorado sería capaz de ser infiel. ¿Estoy equivocado?

    Por cierto, me encantaría que el señor Daffari nos ofeciese sus reflexiones acerca del apareamiento, la (in)fidelidad, etc. desde el punto de vista social y antropológico. Seguro que conseguría que este espacio de opinión y debate no se agotase nunca.

    Un saludo.

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  4. Recojo el guante...
    Curiosamente hoy día los cuernos y la infidelidad los relacionamos con el desamor, cuando inicialmente era justo al contrario.
    Hasta el siglo XIX el matrimonio era una transacción (más de índole comercial que de cualquier otra) que realizaban las familias de los padres de la pareja. Esto no sólo se realizaba dentro de las clases altas, sino en cualquier nivel social, por lo tanto la ecuación amor-pareja-matrimonio que hoy día vemos tan lógica, no existía hasta hace bien poco.
    Por esa misma razón el "verdadero amor" solía encontrarse, o bien sin el consentimiento de los padres, o bien de forma extramatrimonial, siendo en ambos casos "ilegal" y por tanto avocado a la tragedia. Piénsese si no en la cantidad de mitos, leyendas y cuentos populares en los que se ensalzan esas relaciones, todos ellos de final infeliz.
    El concepto de amor que ha triunfado en occidente hasta hoy día (la pareja que se enamora y quiere compartir su vida y sentimientos independientemente de la voluntad familiar o los convencianalismos sociales) aparece por primera vez en la literatura occidental en la obra de Chetrien de Troyes "El caballero de la carreta" (siglo XII) y, como adelantaba al principio, es la historia de una infidelidad: Lancelot, caballero del rey Arturo y la reina Ginebra, no pueden evitar quererse y consuman su amor, lo que inevitablemente significa engañar al marido, cuya reacción desairada no es producto del amor hacia su esposa (ya dijimos que amor y matrimonio no tenían nada que ver), sino del concepto honor-posesión.
    Igual esquema encontramos en la leyenda bretona de Tristán e Isolda, en la que ella está casada con el rey Mark a pesar de estar enamorada del caballero y en la que, por supuesto, se da el mismo final dramático.
    Por cierto, en el origen de la narrativa europea moderna (o sea, desde el medioevo a esta parte) el público gusta de historias que terminen mal, lo que da para abrir otro tema de debate.
    Espero, Sr. O'Dhurann que mi comentario haya satisfecho parte de su inquietud. Siempre a su disposición.

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  5. Muy agradecido, señor Daffari. Iluminando nuestra manifiesta ignorancia, como de costumbre.

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  6. Señor O´Dhurann, si sigue así de prolífico me voy a tener que dar de baja en su blog. Todo lo que escribe me parece interesante y me incita a comentarlo, con lo cual se me está acumulando el trabajo y mi estrés está aumentando.
    Bueno, empecemos por acabar con el 2010. Cuando se define como “un individuo inconformista, inquieto e inseguro por naturaleza” no hace más que reafirmar lo que dice Maslow, es decir, que mientras los cuatro primeros escalones de la pirámide pueden ser satisfechos, la necesidad de autorrealización (de trascender, de dejar huella, de realizar su propia obra, de desarrollar su talento al máximo) no se puede colmar porque es una fuerza que impulsa de forma constante. Así que, no creo que tenga que preocuparse por esa escuela en medio de un patio de vecinos. Con tal de que le proporcione el humilde sueldo de funcionario a final de mes. La plenitud, sin duda, sólo se la puede proporcionar usted mismo.

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  7. Quisiera aprovechar también para agradecer al Señor Daffari su reflexión sobre la infidelidad. Como él bien dice, hasta un par de siglos atrás el matrimonio era una pura y simple ocasión para enriquecerse y anexionar tierras mediante la dote o la herencia. Cuando el negocio/la relación (“l´affaire”, que por cierto, creo que tiene alguna relación con su apellido) no salía bien, se recurría a la repudiación.
    Y es precisamente en este contexto, en el siglo XII, cuando nace el concepto de amor cortés que está fundamentado en el amor y en el respeto a una dama. Por consiguiente, el concepto de fidelidad era independiente del matrimonio legal. Pero la particularidad de esta fidelidad es que no sólo se opone al matrimonio sino también a la consumación del amor. Como en Tristan et Iseult, lo que los amantes aman es el amor, el hecho de amar. Se necesitan el uno al otro, pero no en la presencia, sino en la ausencia. De ahí que el verdadero amor esté ligado a la separación, incluso a la muerte y que sea incompatible con el matrimonio.
    El Señor Daffari acaba su reflexión abriendo el debate sobre la predilección por las historias que acaban mal. Me gustaría añadir que no hay tema más hermoso en literatura que la muerte de una dama infiel, pensemos en Margarita Gautier, en Emma Bovary o en Anna Karenina…

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