No importa cuántos filósofos y poetas hayan transformado sus palabras en
arte, ya sea a viva voz o con el puño y la letra del hombre, pues hay
cosas que el lenguaje humano no puede expresar con palabras. Susurros en
la imaginación para los que no existe una voz. Sentimientos para los
que no existen sinónimos entre los labios, acaso traicionados por exceso
en el detalle o una torpe vaguedad; por levantar la voz silenciando lo
que te cuenta el silencio cuando sabes escuchar. Y sobre todas esas
cosas gobiernan aquellas que, pasando el tiempo, no llegaste a tiempo de
decir... Las palabras que no te he dicho esta noche no pueden regresar
para convertirse en mi voz crepuscular y antesala de tu sueño, pero en
mitad de la madrugada han cobrado cuerpo y alma a través de mudas
melodías. Porque la música sin palabras sublima las almas en las que se
adentra, mágica pintura abstracta del pensamiento. Porque encontrar las
palabras justas es un juego en el que hay que saber perder, pero
encontrar la música que hable por nosotros es una cuestión de fe.