domingo, 30 de enero de 2011

El Rey de la Creación

Xavi Hernández con la Copa del Mundo de la 
FIFA tras la final del 11 de julio de 2010.
Esta historia comienza con un final y termina con un principio. Una noche aciaga de primavera, el 18 de mayo de 1994, en la ciudad olímpica y mitológica de Atenas, un equipo de ensueño conocido como el Dream Team era vapuleado y goleado por el club que mejor defendía en toda Europa. Un emergente Fabio Capello y su AC Milan dieron toda una lección táctica al gurú del fútbol ofensivo Johann Cruyff y su Barcelona. La maquinaria y el estilo azulgranas tenían la impronta de un jugador singular que aquella noche fue no sólo neutralizado sino anulado hasta la extinción. Capello había visto, estudiado y analizado a su rival hasta darse cuenta de la clave: frenar al Barcelona significaba frenar a Pep Guardiola. Por esa misma razón, aquella noche ateniense, un hombre alto, fuerte, oscuro y sacrificado llamado Marcel Desailly se convirtió en una sombra negra y gigantesca imposible de esquivar. Capello y su baluarte evidenciaron que Guardiola no era el mediocentro perfecto: simplemente había que saber cómo desactivarlo. Destruido el pie de apoyo, el centro de operaciones, la maquinaria culé se desmoronó como un castillo de naipes. La derrota de Guardiola y sus compañeros no fue más que un anuncio –una metáfora si quieren– de la decadencia en la que aquel equipo se sumió a partir de esa noche y hasta su total autodestrucción al final de la temporada 1995/96.

Todo había comenzado en el curso futbolístico 1988/89, cuando un joven de veintidós años llamado Luis Milla subió al primer equipo del Barça de la mano del recién llegado Johan Cruyff. Discreto, serio, flacucho y de corto recorrido sobre el césped, aquel muchacho de Teruel se convirtió en un prototipo de nuevo mediocentro. Bajo la batuta de Milla y con la calidad y el talento de los Koeman, Laudrup, Stoitchkov y compañía, el reinado del Madrid de la Quinta del Buitre llegó a su fin para siempre. Y fue así que, en un nuevo capítulo de la eterna lucha a muerte entre merengues y culés, el equipo blanco se hizo con los servicios del centrocampista turolense, lo que todo el mundo interpretó como un golpe de efecto vital contra el corazón de los barcelonistas. Dirigentes y seguidores se tambaleaban de ira, estupor e incertidumbre sin saber que Cruyff se había guardado un as que ya comenzaba a asomarle por la manga… Un chaval de diecinueve años llamado Josep Guardiola. En apenas dos años y con el liderazgo de un veterano general o un experimentado director de orquesta, el joven Guardiola se convirtió en cerebro organizador y vara de mando del primer Barcelona campeón de Europa de la historia. La sombra del de Sampedor iba a ser alargada durante años…

En el verano de 1995, un niño con la cabeza afeitada irrumpía en el primer equipo del Barcelona de la mano de un Johan Cruyff en las últimas. Iván De la Peña se movía con rapidez, pensaba con rapidez, encontraba el pase con rapidez… y se equivocaba con rapidez. O lo que es lo mismo, le faltaba la templanza de Guardiola a la hora de tomar la decisión correcta en cada momento. Así las cosas, el que parecía llamado a liderar la nueva selección española junto con la estrella emergente del Real Madrid Raúl González, se convirtió en eterna promesa hasta ser repudiado y salir por la puerta de atrás del Camp Nou en dirección a Roma para jugar (y no jugar) en las filas de la Lazio. Comenzaba así un mareante periplo que lo llevó a Marsella, de vuelta al Camp Nou y de vuelta a Roma, para acabar regenerado –aunque venido a menos– en el vecino de la ciudad condal, el Espanyol.

En la primavera de 1998, una lesión muscular apartaba a Guardiola de los terrenos de juego durante cuatro meses. Todas las alarmas se activaron tanto en el Barça como en la selección española, ya que aquel verano el combinado español competía (por decir algo) en el Mundial de Francia. El mediocentro culé debía ser el organizador de los de Clemente en caso de que el entrenador de Baracaldo optase por el juego elaborado en vez del rigor táctico y la solidez defensiva de Fernando Hierro. Louis Van Gaal encontró la solución en Albert Celades, otro de aquellos chavales que Johan Cruyff subió al primer equipo en su última temporada en el banquillo del Camp Nou. Contra todo pronóstico, la joven promesa consiguió que la afición del Barça no echase de menos a Guardiola durante su ausencia, y aunque el papel de España fue lamentable en el mundial, Celades no desentonó en su fugaz papel interino. Parecía que el futuro relevo estaba en ciernes cuando, en una de tantas ejecuciones de hijos de La Masía en favor de tuercebotas neerlandeses apadrinados por Van Gaal, Celades dio con sus huesos cedidos en el Celta de Vigo un año antes de recalar –sí, una vez más– en el Real Madrid. El resto de su carrera como futbolista pasó sin pena ni gloria.

Verano de 2000. El heredero de Guardiola ha aparecido en el Camp Nou una temporada atrás, pero sólo el excéntrico Van Gaal parece haberse dado cuenta. A ese muchacho bajito y peinado con la raya en medio le tocó también sustituir aquella temporada a un ya disminuido Guardiola tras una nueva lesión muscular. Entretanto, Joan Gaspart, el ínclito presidente del Barça en aquella época medieval, repesca a Gerard López –que acababa de completar una temporada fabulosa en el Valencia de Héctor Cúper– por nada menos que 4000 millones de pesetas con la intención de convertirlo en el líder del mediocampo del Barça. Retrasado quince metros de su posición y letal goleador de segunda línea atado en corto, jamás alcanzaría el nivel deseado.

Y es así cómo, año tras año, imposible de desactivar, amo y señor de los 105x70, infalible en todo momento y sin perder nunca su sitio, el hombre que juega con balones de oro ha conseguido aunar todas las virtudes de sus predecesores en el Barça, eliminar todos sus defectos y desarrollar una serie de virtudes tácticas ignotas para sus antepasados futbolísticos. Tiene la templanza de Milla, la visión de juego de Guardiola, la agilidad mental de De La Peña, la polivalencia de Celades, la llegada a gol de Gerard... A mis 33 años he tenido la fortuna de ver jugar a cerebros de variado talento como Schuster, Mathäus, Gascoigne, Hagi, Redondo, Mazinho, Scholes, Rui Costa, Pirlo o el propio Guardiola, pero sin duda alguna él los ha superado con mucho a todos ellos y a cuantos le precedieron. Porque Xavi Hernández es, simple y llanamente, el rey de la creación.

Y luego vinieron Andrés Iniesta y Cesc Fábregas, pero eso ya es otra historia. Una historia que termina con un pase al corazón del área y un gol para proclamarse campeones del mundo... ¿O es así como comienza?

3 comentarios:

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  2. Es más que un artículo sobre Xavi. Es un impresionante recorrido por la historia reciente de los medio centro españoles. Enhorabuena.

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  3. Pasarán muchos años hasta que salga otro mediocentro como el, si es que algún día sale.

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