No se ha dado cuenta, ¿verdad? Me parece a mí que no. ¿Tú que dices? Tú eres su amigo: ¿este tío es tonto o sólo se lo hace? Luego decís que las mujeres somos un misterio y que no hay quien nos entienda, que no hablamos claro y no sé cuantas cosas más... ¿Que no hablamos claro? Pues en mi caso, vaya, más claro agua, me parece a mí. Mira, podría pensar que es que no le gusto si yo viera que se pone incómodo, nervioso, o que me intenta cambiar de tema, pero no es el caso, ¿a que no? Por la edad tampoco será. ¡Digo yo, vamos! Yo creo que la diferencia no es para tanto, ¿no? Como para que yo no le pueda atraer, quiero decir. ¿Cuántos tiene Manuel? ¿Treinta y dos, treinta y tres...? Yo creo que simplemente no se entera de nada, que no se ha dado ni cuenta, y si es eso es que ni le va ni le viene, supongo yo... ¡Me cachis en la mar, es que yo a estas alturas ya no me acuerdo de cómo se hacía para engatusar a un tío! He perdido práctica, no tengo la maña y la chispa que tiene una que tener para estas cosas, y casi las ganas también. Dime tú que ganas me van a quedar de buscarme pareja después de lo que llevo encima… ¡Anda ya! Ya sé que algún día tendré que espabilarme y echarme al ruedo otra vez, pero es que todavía me pesa, ¿sabes? No te puedes tú ni imaginar lo que significa verte con cuarenta años, separada y con una niña pequeña. Porque ésa es otra, encima el capullo no me quiere dar el divorcio. Como sabe que el día que firmemos los papeles a la niña me la quedo yo y me tiene que pasar una pensión por ella, pues claro, así están las cosas... ¡Maldita la hora en que me casé, no sabía dónde me estaba metiendo! Pero la culpa es de una, que es tonta, tonta de remate. Te dejas llevar por la corriente, como los demás, porque es eso lo que se espera de todo el mundo, y claro, tampoco es que nos planteemos otra cosa, ¿verdad? Al menos la mayoría. Una lo ve como lo normal, lo lógico, y hasta lo más bonito a lo que puedes aspirar en la vida: formar tu propia familia, tener chiquillos y todo eso. Anda que... ¡como si casarse fuera cosa de un día, para qué me lo iba yo a pensar mejor! Pronto me voy a casar yo otra vez, a mí ya no me pillan ni loca. Fíjate tú de lo que me ha servido: ahora estoy más perdida que el barco del arroz. Cuarenta años y ya estoy echada a perder. Podría tener media vida por delante para hacer lo que me diera la gana, como me diera la gana y con quien me diera la gana, y no que con la niña estoy hecha una esclava. Tendrías que ver lo que te huyen algunos cuando se enteran de que estás separada y tienes una niña. Se cagan pensando que lo que pretendes es pescarlos de mala manera... Vamos, que no puede una ni buscarse de vez en cuando un tío con el que divertirse un rato. Nada: ¡tonto el último! Y encima me siento fatal por pensar en estas cosas, porque ella no tiene la culpa, angelito, y además la quiero mucho, más que a nada en este mundo, que me parta un rayo si es mentira... ¡Si luego lo pienso y ella es lo único que me da la vida, lo único que me ayuda a tirar para delante! Y conforme la veo crecer se me hincha el alma… ¡Mi Anita! Y luego están mis amigas, si es que se les puede llamar así. ¿A ésas dónde te las dejas? No te puedes hacer una idea: te ven separada y con una criatura y casi te dan el pésame, las muy zorras... Si una se siente perdida, te hacen sentirte muerta. Y van y aprovechan para contarte las lindezas de sus vidas y lo felices que son, lo buenos que son sus maridos, lo mucho que se quieren los dos, lo bonito que es crear una familia y salir adelante en la vida... ¡Ay, Reme, nena, tú no te agobies, que con lo joven que eres y lo guapísima que estás, ya verás qué pronto encuentras a uno que te quiera de verdad! ¡Anda y que se vayan todas a la mierda! Qué ordinaria me estoy poniendo, Dios, pero es que no lo soporto, no lo aguanto, de verdad. Tú estás casado, ¿verdad? Pues hijo, que Dios te coja confesado… ¡Si es que no hay necesidad! Por eso no os vais a querer más, ni vais a durar juntos para siempre. Tú ponte que al cabo de los años os deis cuenta de que ya no queréis seguir juntos, pero para entonces tengáis obligaciones que os echen para atrás y no os atreváis. Imagínate: seguir adelante por los niños, porque crezcan con una familia “normal”, por miedo a que la separación les pueda afectar... Y mientras vosotros dos destrozándoos la vida el uno al otro, y a lo mejor a los niños también si no sabéis representar delante de ellos. Y cuando se hagan mayores y decidáis tirar cada uno por su lado, ¿qué? ¿Entonces qué? Media vida por la borda, ¿y lo que queda? Para nada, ya no estáis para nada. Por eso yo todavía puedo llorar con un ojo y todo, menos mal que me di cuenta a tiempo. ¡Uf...! Eso sí: porque lo vi delante de mis narices, que si no, a saber si no seguiría aún hecha una cabrona y sin saberlo, ¿sabes? Llego un día de una guardia a las siete de la mañana loca por acostarme, y cuando estoy sacando las llaves del bolso, va la otra… ¡y sale por la puerta de mi casa! Yo me quedé de piedra, DE PIEDRA. Me pilló tan de sopetón y estaba tan hecha polvo que no pude reaccionar. ¡Imagínate tú, una guarra saliendo por la puerta de tu casa a las siete de la mañana! Y la otra se quedó con una cara al verme, que vaya... Me miró a la defensiva, como pensando “Esto no tendría que estar pasando, ¿no se supone que no volvías hasta las ocho?” ¡La muy golfa, saliendo tan ancha por la puerta de mi casa a la hora en que yo estoy limpiando culos y encima va y se ofende! No sé qué me pasó en ese momento por la cabeza para hacer lo que hice, en vez de ponerla de vuelta y media. Me da vergüenza sólo de acordarme, de verdad... Me di media vuelta hacia la puerta de al lado y tonteé un momento con el llavero entre las manos haciendo como que buscaba la llave de casa, como si en realidad mi casa fuera la de al lado, ¿entiendes? Ella reaccionó en... nada, en dos segundos, y se fue escaleras abajo para no tener que esperar el ascensor allí delante. Se me hizo eterno, ETERNO, el momento que estuve parada delante de la puerta esa temblando como un flan con la llave en la mano apuntando a la cerradura. Y de fondo el ruido de los tacones bajando las escaleras de bulla y corriendo. Casi podía sentir su vergüenza por la forma en que se atropellaban los taconazos uno detrás de otro, a trompicones... Ya no me pude dormir. Toda la noche de guardia y no pude pegar ojo. Y mira que me fui directa a la cama sin rechistar y caí rendida con el otro cabrón al lado. ¡Que de muerta que llegué, me pudo más el cansancio que la mala leche! Pero nada... El calor de la cama, eso fue. Fue como una patada en el estómago. Me sentí tan estúpida, tan... tan... ingenua por haber dormido así mismo tantas veces y no haberme dado cuenta... ¡Qué humillante, por Dios, cuando pensé lo que me había ayudado a dormir ese mismo calor tantas mañanas! Bueno, Andrés, esto ya está. Y perdona, hijo, por el rollo que te acabo de soltar, pero es que hacía tanto que no hablaba con nadie de estas cosas, que es que empiezo a hablar y una cosa sigue a la otra y ya no hay quien me pare.
Málaga, a 31 de diciembre de 2010.
"Inconstantes vitales" (II) es la adaptación de un capítulo de una malograda novela que se iba a llamar "Maneras de vivir".